La ocasión la pintaban calva: nuevo disco (Everything), aniversario de la banda y El Sol, una de las mejores salas de Madrid para asistir a un concierto. Todo eso era lo que se ofrecía en la noche del pasado sábado para disfrutar de los Diesel Dogs. Si a ello le sumamos que son uno de esos grupos que se paladean y degustan en directo como de ninguna otra manera, ya tenemos el cartel perfecto. O casi, pues a esa ecuación le falta algo: un buen telonero, y también lo hubo. Puedes ver nuestras fotos del concierto en el álbum de Flickr.
Javi, líder de The Diesel Dogs, el sábado en El Sol
Yakuzas se encargaron de abrir el fuego, un cuarteto de Chamberí -se empeñaron en dejarlo muy claro-, que el año pasado lanzó su primer LP, Matogrosso, en el que nos sueltan una descarga de puro rockn’roll garagero, de ramalazo canalla, buen humor, ritmo y electricidad, que supieron llevar a las tablas de El Sol aún incluso con mayor garra y calado que en estudio. Son un torbellino que debería dar que hablar en los próximos tiempos, capaces de suceder tema tras tema poniéndote la sangre a hervir con recetas ya vistas una y mil veces, pero no siempre tratadas con tan buena mano. Si quedaba alguno con la caraja de la siesta sabatina en el cuerpo, se la debieron quitar de un golpe.
Romerman, el carismático cantante de los Yakuzas
Turno para The Diesel Dogs, lo cuales, como hemos dicho, tenían celebración doble. De un lado se están cumpliendo diez años de la existencia de la banda, y por otro presentaban Everything, su nuevo disco, que lleva poquito entre nosotros, y que aún mostrándose un poco más inclinado a la búsqueda del gancho de las melodías y el estribillo de un corte más pop, sigue mostrando, básicamente, los principios naturales rockeros del grupo. Eso en lo sonoro, porque en lo demás continúa la senda de siempre: puyas, bofetadas, anhelos, y hasta optimismos enaltecedores de lo futurible, en su exploración lírica de la crítica al capitalismo y al sistema imperante, viaje en el que, como siempre, caben influencias que van de Marx a Foster Wallace, cubriendo un espectro temporal amplio, del que se alimentan filosóficamente, y del que cargan de contenido comprometido su rock.
Diecisiete canciones se habían preparado para el evento, cubriendo nueve de los once temas que contiene este Everything del que ya dicen es su mejor trabajo hasta la fecha. Y ya desde que abrieron con las lindezas de Under The Loving Care, tema que sintetiza las novedades de Everything, a la vez que traza de nuevo líneas hacia lo mucho que nos recuerdan a los Manic Street Preachers en su habilidad para sonar duros y dulces, nos quedó claro que se nos abría un rato en el que volveríamos a comprobar algo que ya sabemos: a los auténticos Diesel Dogs hay que verlos en directo.
Y ojo, que no hay peros que ponerle a la producción de Everything, de nuevo con Fernando Pardo a la cabeza, pero el plus que nos ofrecen cuando se enchufan los instrumentos y la electricidad corre por los cables, no se mastica igual dándole al Spoty, al cd, o a ese vinilo que tanto les gusta editar. Llevan el rock tan en las venas que les convierte en una banda de directo, y punto. Ahí es donde dan el do de pecho y donde te devuelven el precio de la entrada que has pagado, una de esas experiencias que subliman el significado de ir a un concierto.
Y así se desarrolló la noche, casi empalmando un tema tras otro, viéndoles generar sudor, disfrutar de su momento, plantear sus propuestas sonoras y vitales, levantando a la gente según pasaban los minutos, y, sobre todo, sobre todo, regalándonos una gran noche de puro rockn’roll. Javi, Peny, Andrea y Juan, los putos Diesel Dogs, perdedores de batallas, aspirantes a ganar la guerra. Diez años son nada, y su historia empieza ahora.
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